
Cada vez más personas rompen un temeroso silencio y se declaran fetichistas del pie; creo que hay que tener mucho valor porque todavía hay quienes los consideran perversos sexuales o, peor aún, psicópatas lascivos como los catalogó Josef Rattner.
Para Freud, este fetichismo (como cualquier otro), es una aberración sexual, una transgresión anatómica cuyos orígenes se remontan, como no podía ser de otro modo, a la infancia: el niño descubre de modo fortuito que su madre no tiene pene, siente la amenaza de la castración, baja los ojos negándose esa posibilidad y llena el vacío de la ausencia con lo primero en lo que posa la mirada (ya sea el pie desnudo, el zapato o lencería ), convirtiéndolo en un pene simbólico: “la elección tan frecuente de piezas de lencería como fetiche se debe a lo que se retiene en ese último momento del desvestirse en el que todavía se ha podido pensar que la mujer es fálica”.
Sin palabras. No soy nadie para juzgar al padre del psicoanálisis pero coincido con Jung en que, en cierto modo, el pensamiento del sexo poseía a Freud. Por otro lado, me resulta muy acertado que considerara que el pie es “un ejemplo antiquísimo de símbolo sexual que aparece ya en el mito”, el zapato (refiriéndose a la parte en la que se introduce el pie), un “símbolo de los genitales femeninos y el tacón, “el falo masculino”
Las raíces del árbol
Los pies han sido adorados y respetados por muchas culturas para las que eran un símbolo del alma, la base que mantiene erguido el cuerpo físico, del mismo modo que el alma soporta el cuerpo astral. Otros los consideraban (y consideran) las raíces que nos mantienen unidos a la tierra pues somos hombre-árbol cósmico con tronco en la tierra y ramas alzadas al cielo.
Los hindúes van más allá pues consideran al pie el primer germen que expresa el cuerpo entero y sus mutaciones. Es cierto, el pie es un mapa perfecto del cuerpo humano como se descubrió en China hacia el 2700 a.C bajo el reinado del Emperador amarillo. La Reflexología conoce esos puntos y mediante un masaje de presión sobre un reflejo tierno del pie produce un impulso eléctrico intenso que recorre todo el cuerpo.
Algunos me dirán que se aplica para curar, pero no podrán negarme que en el pie también están reflejados los genitales; en concreto, en la cara interna y externa; y si un masaje suave (no sólo digitopresión) puede estimular los puntos reflejos, ¿por qué no una caricia con la lengua, las uñas o los dientes?. A fin de cuentas, es en los dedos de los pies en donde se encuentran los puntos reflejos del cerebro, ¿no será por eso por lo que es tan excitante que los chupen o los mordisqueen?
Y las ramas
Barry Komisaruk, un eminente psicólogo neoyorquino, trazó un mapa del placer sexual en las mujeres. Con él demostró que “la estimulación de la vagina, el cuello del útero y el clítoris activa tres sitios distintos y separados en la corteza sensorial. Las tres representaciones se agrupan en la misma región de la corteza sensorial, al igual que la estimulación de los genitales de los hombres activa zonas de esta área” .
Lo más relevante del tema es que las áreas cerebrales dedicadas a los genitales y a los pies están una al lado de la otra. ¿Será por eso que el placer que se siente al estimularlos puede conducir al orgasmo?. ¿Nunca se han contraído los dedos cuando te estás corriendo como si quisieran correrse contigo?
A esta investigación hay que sumar la del neurólogo Vilayanur Ramachandran, que llegó a asombrosas conclusiones cuando estudió el dolor de los miembros fantasma. Tras la amputación de un miembro, la zona correspondiente del córtex cerebral no recibe información de éste pero puede seguir activa haciendo creer al cerebro que el miembro amputado sigue ahí. No sólo eso, esa área del córtex puede ser reutilizada por las zonas cercanas; eso implica que si se estimula una de estas zonas cercanas, puede sentirse alivio en el miembro fantasma. Si consideramos que la zona adyacente a la del pie es la sexual, entenderemos por qué algunos pacientes a los que les habían amputado los pies sentían placer sexual proveniente del pie fantasma. La reacción más asombrosa fue la experimentada por un hombre al que le habían amputado el pene: sentía fuertes orgasmos cuando su mujer le chupaba los dedos de los pies.
El placer tiene un precio
Dejando las explicaciones científicas a un lado, lo cierto es que la visión de unos pies hermosos puede ser muy excitante dado su simbolismo sexual. Numerosos estudios psiquiátricos afirman que en momentos de excitación sexual algunas partes del cuerpo se convierten en un reflejo de otras: los labios son labios vaginales; los dedos, un pene; la boca un ano; por ello, chupar el dedo gordo del pie excita la imaginación del hombre que lo siente como un pezón gigante, una lengua o un clítoris.
Y las mujeres, (aunque este fetichismo sea más común en los hombres, también hay mujeres que lo comparten) sentir que el dedo gordo es un pene y chuparlo con ansia hasta que el hombre llega a correrse como si realmente lo fuera.
Precisamente por ese marcado simbolismo, ha sido común considerar que los pies grandes de un hombre eran sinónimo de pene grande y los pies pequeños de una mujer, una vagina estrecha, lo que ha llevado a aberraciones como la costumbre de vendar los pies en China. Los pies pequeños simbolizaban nobleza, por lo que a las niñas de alta cuna se las sometía a los cuatro años a una técnica consistente en romper sus dedos y el arco del pie, vendándolo luego fuertemente para que el empeine y el talón se unieran, aprisionando los dedos. Con el tiempo conseguían que los pies se acercaran al tamaño ideal de siete centímetros: al denominado pie de Loto dorado. Era una manera extrema de someter a la mujer al hombre, no sólo porque al no poder caminar normal estaba atada de por vida a su marido, también porque, en teoría, al caminar con pasitos cortos su vagina se modificaba: “Cuanto más pequeño es el pie de una mujer, más maravillosos se vuelven los pliegues de su vagina”
Los pies se convertían en un exquisito y terrible instrumento para los sádicos ya que sólo con apretarlos la mujer sufría un dolor inconcebible. También disfrutaban metiéndoselos enteros en la boca para chuparlos con deleite y juntándolos para follar con ellos ya que el orificio que quedaba en medio era muy similar a una vagina. Ésta práctica duró desde el siglo X hasta el XX, pero aunque parezca aberrante, inhumana y deleznable, los occidentales tenemos mucho que callar: de momento, la historia de Cenicienta está basada en ella.
Un instrumento de tortura
Los chinos también valoraban el aspecto estético del pie vendado y esos diminutos zapatos tan parecidos al de Cenicienta. Pensaréis que no es comparable, claro: éste era de cristal, suyo y mágico. Pues no, lo cierto es que ni era de cristal (se tradujo mal, el zapato es de vair -cuero de marta cibelina-, no de verre -cristal-) ni era su zapato: era del príncipe. Perrault se basó en un cuento tradicional chino y la historia es mucho más cruel:
El príncipe buscaba una mujer con la que casarse y el requisito era que pudiera calzar un diminuto zapato que éste poseía. Las hermanastras de Cenicienta deseaban ese honor (Jesús); la primera se probó el zapato pero no le servía así que su madre le amputó el dedo gordo tras lo cual encajó a la perfección, pero fue en vano ya que no pudo engañarle puesto que la sangre chorreaba y alertó al apuesto mozo. Le llegó el turno a la segunda hermanastra y como sus pies también eran más grandes que el zapatito del diablo, se recortó el talón; en vano también, la sangre que goteaba descubrió el engaño. Le tocó el turno a Cenicienta, se probó el zapato y como tenía unos pies diminutos le entró como un guante sin necesidad de cortar dedo alguno y ¡Oh, afortunada! se marchó con el príncipe fetichista a comer perdices o a masturbarle con los pies, vaya usted a saber.
Seguro que piensas que las hermanastras de Cenicienta eran tontas, pero no más que las mujeres que piden hoy en día la amputación del meñique (costumbre victoriana, por otro lado), el acortamiento del segundo y tercer dedo o inyecciones de botox para poder calzar zapatos cuya marca no me dignaré a mencionar. O la manía de calzar zapatos estrechos, puntiagudos y con tacón alto para elevar culo y atraer la atención del macho que te destrozan la espalda y te dejan los pies reventados. El 80% de los pacientes con problemas en los pies son mujeres: ahí queda el dato.
Quizá por eso muchas feministas abogan por eliminar este tipo de calzado ya que lo consideran un instrumento para oprimirnos. Germaine Greer les puso la etiqueta: “fuck-me shoes” o zapatos-fóllame. Cuando veo a chicas tambaleándose sobre zapatos de tacón a merced de cualquiera que quiera empujarlas hacia un callejón pienso que Greer tiene toda la razón.
A tus pies
Entiendo, de todos modos, esa fascinación por los zapatos dado su simbolismo sexual. Una mujer puede dominar totalmente a un fetichista de los pies causándole un infinito placer con prácticas de BDSM como clavarle las botas, hacer que lama su punta como si lamiera su clítoris o con prácticas más suaves como dejar que beba champán en ellos. También le puede causar un placer infinito con los pies ya sea masturbándole con ellos o permitir que se los lama mientras la penetra aumentando la excitación.
Casanova afirmó que “Los hombres con fuertes apetitos sexuales tienen una marcada atracción por el pie femenino”; las glándulas sudoríparas de los pies dejan una marca personal allí donde se pisa., quizá habría que descalzarse para encontrar un hombre con fuerte apetito que siga el rastro como un perrito.
Brenda B.Lennox
«Story of my Life» – One Direction
5 comentarios
Me encantó… Muy interesante todo lo que aquí leí y la verdad quedé satisfecho con lo que escribes.
Me declaro FAN de los PIES de las MUJERES. Excelente dato, me gustó mucho.
Me gustó mucho el darme cuenta que mi gusto por los pies no es ninguna aberración.
interesante
De lo que se entera uno con un reportaje tan interesante como este, y hasta donde puede llegar el fetichismo extremo , los vendajes chinos son una auténtica tortura y el cuento de Cenicienta, sin palabras……
Es cierto que una mujer con tacones contonea su cuerpo de manera más sensual, y considero que es un reclamo fetichista como lo es la ropa interior.