
La literatura erótica
Mi nombre es Fernando Pancorbo y me hicieron nacer hace 26 años. Hasta que tuve edad para tener conocimiento de causa, aunque aún esta por terminar de llegar, fui haciendo lo normal en un niño. Después de cursar bachiller en el insigne Instituto Cervantes de Madrid al mismo tiempo que recorría España y parte del extranjero con mi gaita al hombro, decidí matricularme en Filología Clásica en la Universidad Autónoma de Madrid. Años después, vi que esta carrera estaba bien pero no terminó de satisfacer mis inquietudes intelectuales y me licencié en Filología Hispánica. A mí me pareció que esta carrera podía darme alguna salida más. Me lancé a hacer el Máster en Literaturas Hispánicas en la misma universidad. Tras terminar estos estudios y conseguir controlar unos cinco idiomas, me enrolé en la aventura del doctorado que ha sido afortunadamente truncado por la concesión de una plaza como asistente de catedrático en la Universidad de Basilea. Hasta ahora, además de estos pasatiempos, he estado dando alguna conferencia, participando en algún congreso, publicando en algunas revistas nacionales e internacionales y recorriendo el mundo con mi gaita a cuestas.
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Háblame de tu trabajo
Me dedico a la investigación académica de literatura erótica que data de la época del Renacimiento, aunque tampoco pierdo de vista la tradición clásica, la medieval o la posterior del Siglo de Oro, era en la que hay una notable fecundidad también de escritos licenciosos.
Yo, ahora mismo, estoy centrado en varios proyectos de estudio. Uno de ellos es el desarrollo de mi tesis, en la que lo que estoy haciendo es, además de una edición crítica de un diálogo erótico de procedencia italiana, estudiar la figura de la prostituta en la literatura quinientista.
Otro frente que tengo abierto es analizar la literatura lupanaria en su conjunto y dilucidar si se puede establecer un género o, quizás fuese más acertado un micro–género pues, según he estado viendo hasta ahora en muchas obras del Renacimiento, el personaje de la puta es algo muy recurrente para hacer críticas sociales a través de su boca y, evidentemente, para dar cierta rienda suelta a su creacionismo erótico, aunque muchas veces no es lo que prima. Es bastante complicado el tratamiento de este personaje.
Tengo un artículo pululando por Internet sobre la adaptación cinematográfica de Drácula en el que no se puede pasar por alto el tratamiento del erotismo y la sensualidad presente en la figura del vampiro. Es muy interesante ese componente sexual que despierta el «donjuanismo» de un ser que, estando dentro de la obra, es objeto de temor y deseo, abriendo esa impresionante disyuntiva o cuestión: ¿Temor y deseo? ¿Temor, a veces, es igual a deseo?.
Bueno, no solo escribo y estudio eso. Ayer, sin ir más lejos, me escribió una editorial para ver si quería escribir un libro yo solo y el tema que he elegido no tiene nada que con lo sexual. Voy a hacer un libro sobre cine y Cervantes. ¡A ver en qué queda todo esto! No es porque no me guste mi tema pero en este mundo hay que ser versátil.
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No obstante te has centrado en el tema de la sexualidad y el erotismo en la literatura renacentista y del Siglo de Oro: ¿por qué?
Fernando Pancorbo
Bueno, creo que es una parcela aún por explotar y, paradójicamente, «virgen». Ésto, sin duda, se debe al moralismo perenne, a una fuerte carga religiosa imperante en la sociedad, a vergüenza a ciertos temas tabú, cuestionarse uno mismo si quieren que le conozca como a aquella persona que estudia eso o simplemente porque lo consideran un trabajo vacío y sin poca consistencia o importancia.
Bien, pues yo soy un tipo que se pone él mismo sus propios límites morales, que no cree en los tabúes impuestos, que no es creyente pero que respeta a los que creen hasta que no me respetan a mí, que no tiene problema de hablar de sexo ni en el plano académico ni en el coloquial (creo que es algo totalmente natural, lícito y que, a veces, debería estar mandado por prescripción médica porque mucha gente lo necesitaría).
Así pues, yo vi que podía gozar de un sector de la literatura precioso en el que me puedo estirar a las anchas y no me rozo con nadie.
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Me fascina Drácula: sobre qué adaptación cinematográfica escribiste, ¿la de Coppola?
Fernando Pancorbo
No, hablo de la primera adaptación cinematográfica de la obra de Stoker. La primera vez que se llevó al cine al vampiro por excelencia fue en 1931, gracias a la labor de Tod Browning, el cual se apoyó en la adaptación teatral que hizo Hamilton Deane. Para representar a Drácula, Browning contó con la imperante figura de Bela Lugosi, quien, como es sabido, fue absorbido por su personaje y acabó con graves trastornos psiquiátricos. La adaptación de Coppola también es acertada aunque creo que se pierden ciertos matices que Browning supo retratar muy bien.
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Hablas del temor y el deseo que despiertan personajes como Drácula y pienso en esta nueva moda de películas y libros sobre vampiros, lobos, etc que están enloqueciendo a las mujeres. ¿No crees que son una versión actual del mito de La Bella y la Bestia?
Fernando Pancorbo
Bueno, eso daría para derramar ríos de tinta. Hay que tener en cuenta muchos factores sociales y culturales, amén de los religiosos. Hay que recordar que la figura del vampiro, tal y como se retrata en muchas novelas y varias películas, va en contra de los dogmas cristianos. Debemos recordar que una de las herramientas que se usan en contra de este personaje es el crucifijo. Por otro lado, ateniéndome a la cuestión sexual, es obvio que la libertad sexual que hay ahora, aunque yo piense que aún seguimos siendo muy recatados en muchos aspectos, supera con muchísimas creces a la que pudiera haber en 1931. Cuando se rodó la primera película de Drácula, se llevó a cabo la producción anglosajona y la hispana. Fijándonos en las fechas, es impensable ver una imagen de un desnudo o de una escena licenciosa que pudiese ser contemplada por un público tan marcado como el de esta época. No obstante, estoy de acuerdo contigo en que las novelas sobre vampiros, licántropos y otros seres de ficción terminan siendo un cuento en el que se cambian las figuras canónicas del terror por seres que parecen estar sacados de un guión de Walt Disney. Con esto no quiero decir que actualmente no se hagan estupendas novelas de terror. Pero quiero advertir que esa marca de seducción e intriga que describía, por ejemplo, el vampiro de Stoker es inexistente en los vampiros de la actualidad. Es imposible no citar a los protagonistas de la saga Crepúsculo como desvirtuadísimos descendientes de Drácula. ¿Qué dirían Stoker, Lugosi, Browning o Deane al ver una película así?
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Dices «¿Temor y deseo? ¿Temor, a veces, es igual a deseo?»: ¿Puede que, en cierto modo, el temor sea una excusa para dejar salir a la bestia que todos llevamos dentro?
Fernando Pancorbo
Partiendo de lo que he dicho anteriormente, creo que hoy en día lo que se hace con este tipo de películas o de novelas es aplacar a esa bestia que llevamos dentro. Si un vampiro, en lugar de seducir, vivir en escenarios románticos, hacer prácticas hematofágicas o sembrar el terror, se pelea con un licántropo por ver quién se va con la chica al baile de fin de curso, no termino de ver cuál es el tipo de impulso que se quiere dejar escapar.
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Sí, por eso decía que muchas de estas adaptaciones perpetúan el mito edulcorado de la Bella y la Bestia que tanto difiere del tradicional en cuanto a que la Bella “salva” a la “Bestia” sacando el príncipe azul que lleva dentro en vez de huir de él, como en el relato tradicional de Barba Azul narrado por Clarissa Pinkola Estés. A lo que me refiero en cuanto a «dejar salir a la bestia» es que en el Dracula de Coppola, por ejemplo, a diferencia de la novela de Stoker, Mina deja que aflore su lado salvaje.
Fernando Pancorbo
Como decía antes, ahora que mencionas el personaje de Mina, creo que la Mina del film de Browning dista mucho de la de Coppola. Según interpreto yo a partir de la obra literaria, Mina tiene un carácter mucho más virginal. Me atrevería a decir que es el personaje que encarna el carácter virginal e inocente religioso en contraposición al paganismo de la figura del vampiro. En la película de Coppola eso se pierde. Entonces, partiendo de esa base, creo que se rompe ese aspecto que me propones de la mujer idealizada y pura que reconoce al hombre ideal debajo de una apariencia de bestia. Para mí, son cosas diferentes y no termino de ver la relación, aunque sí, o bien se tiende a edulcorar la historia o llevarla a límites dispares al punto de partida. En este caso, la obra literaria. Hay elementos que evidencian la distancia entre Drácula y La bella y la bestia.
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Hablando de personajes que representan el nuevo erotismo, ¿qué opinas de sagas como las Sombras de Grey?
Fernando Pancorbo
En este aspecto quiero ser muy franco. No he leído al completo la saga pero he tenido oportunidad de echarle un ojo. Creo que hay un problema grave de raíz y es la mala comprensión de los términos y parámetros de la literatura erótica. Con esto no solo me refiero a esta saga en concreto, sino a la tendencia o, mejor dicho, mala costumbre de categorizar todo aquello tiene algún componente sexual como erótico. Para mí, esta obra no es erótica pero, si algo está claro, es que el erotismo es muy subjetivo ya que depende de la perspectiva del público. No obstante, en términos más teóricos, no estoy de acuerdo con ello.
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Entonces, ¿cuál es la diferencia, para ti, entre Literatura erótica y Literatura pornográfica?
Fernando Pancorbo
Para mí, la literatura erótica es aquella que enfoca el tratamiento de la sexualidad desde la sensualidad, la representación artística de amor físico. Es decir, el tratamiento del amor desde la vertiente apolínea. Por el contrario, la literatura pornográfica, teniendo en cuenta que el término, en su origen, se refiere a la literatura de temática relacionada con la prostitución, es la descripción del amor físico desde el naturalismo más radical y carente, en la mayoría de los casos, de sensualidad.
O sea, la vertiente báquica del tratamiento del amor como acto.
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¿Podrías desarrollarlo un poco para profanos como yo?
Fernando Pancorbo
Sí, por supuesto. La literatura erótica, por así decirlo, es el tratamiento literario del sexo desde la idealización, viéndolo como un arte. En cambio, la literatura pornográfica, según la entiendo yo, es el tratamiento del sexo como la materialización del amor y/o la sensualidad. Hay que diferenciar también las características, descripciones de los personajes, etc.
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¿Crees que hay buena literatura erótica actual?
Fernando Pancorbo
Claro que la hay. No quiero que se piense de mí que desprecio la literatura erótica actual. También es cierto que, según mi opinión y por desgracia, no es la que más abunda. Creo que Lolita, de Vladimir Nabokov, es uno de los títulos que son indispensables; Emmanuelle, de Emmanuelle Arsan es otra de las joyas de la literatura erótica; Almudena Grandes y su obra Las edades de Lulú es otro gran clásico. El trópico de Cáncer y Sexus, de Miller, también la recomiendo. Y, por último, recomiendo cualquier obra del Marqués de Sade. En cualquiera de los casos, esta enumeración no hace justicia a otras muchísimas obras que se podrían enumerar junto con estas citadas.
Brenda B. Lennox
2 comentarios
Una teoría personal: Para hacer buena literatura erótica hay que ser hombre. Sólo un verdadero cerdo podría tomar distancia respecto de la pocilga precisamente por conocerla. De la misma manera que los grupos de rock duro hacen buenas baladas. Cuando escriben las mujeres sobre sexo lo hacen dando a entender que están malfolladas y que aman la idea de ser violadas por un cabrón con dinero. La mujer está demasiado pendiente de la parte material de la cuestión. Precisamente porque ni de coña se ha liberado. Ni quiere hacerlo. Necesitamos un cincuenta sombras a la inversa. Contemos como muchos hombres quisiéramos ser devorados por leonas. Saqúemoslas del carromato de la misma manera que nosotros deberíamos salir de la mesa camilla. La literatura erótica escrita por mujeres es una mala mezcla de consejos de psicología barata de la señorita pepis propios de la sección del vogue o del cosmopolitan mezclados con reivindicaciones burras conservadoras del macho man que el sistema les ha institucionalizado desde pequeñitas en la cabeza. Ahora nos quieren decir que ya no sueñan con el príncipe azul , que admitirían el contigo pan y cebolla si el energúmeno de turno las trata lo bastante mal tratadas o la simple eventualidad con tufillo de dinerito de por medio. Básicamente nos largan la idea de que son humanas y nada de lo humano les es ajeno. ¿ Pero quiénes escriben en sus nombres?. Pues las típicas cuatro feminazis pasadas de tocino que sueñan con que las pongan mirando a cuenca y les den bambú como si la filosofía no existiese ( ni les importa un comino, oiga). Que escriba el Bernie Ecleston ese al que pillaron en burdeles de sadomaso y que nos cuente lo que muchos ya sabemos, que los hombres inteligentes y sensibles estamos hasta las narices de ver a la inteligencia de la hembra comprometida con la realidad-real.
Interesantísima entrevista, aun sigo con la boca abierta, y me quedo con ganas de saber mas sobre literatura erótica en la historia.