
Esta expresión hoy en día es de lo más ingenuo y la tomamos como irse de fiesta o de parranda; sin embargo, hace siglos al utilizar esta expresión la fiesta solía incluir más de una señora de vida distraída.
Vaya, que lo que en realidad venía a decir es “¡vamos de putas!”.
Tiene su más lejano origen en el siglo XIV, en la vestimenta de las mujeres. Estas se ponían como falda un trozo de tela cuadrado, con una abertura para llevarla a la cintura, con lo cual el vestido tenía cuatro picos.
Por otro lado, la vestimenta de las prostitutas siempre había sido mucho más llamativa que la de las señoras de la corte y la nobleza, por eso, a muchas durante los siglos XVII y XVIII les encantaba disfrazarse con esos ropajes y colores, e incluso incluirlos poco a poco en la moda de buen gusto (al estilo de María Antonieta y su afición por vestirse de pastora).
Por eso, Carlos III hizo una ley por la cual se obligaba a las putas a coserse en la parte baja de la falda unos trozos de tela marrón en forma de picos o bien a llevar las faldas cortadas con esa forma por abajo.
De esa manera se distinguirían del resto de las mujeres y de ahí lo de “ir de picos pardos”.