La sexualidad representa en sí misma una dimensión de la personalidad del ser humano en la que se plasman todas las incongruencias personales y culturales que vamos acumulando a lo largo de nuestra existencia, en dicho trasiego y permanente mutación, hemos pasado de la represión sexual, a su polo opuesto: la exaltación, distorsionándose por el camino la naturaleza y fin de la sexualidad humana, que es además de la obvia función reproductiva, la de la propia expresión natural de la emocionalidad, rompiéndose esa intrínseca relación sabia entre la emoción y la corporeidad.
Además, la sexualidad no deja de ser un ámbito sometido a diversos avatares y susceptible de manipulación, somos en cierta medida resultado de nuestro contexto cultural y temporal; como cita J.M.Barberá, “ahora toca trasegar con el dogma de la tecnosexología”, que es una suerte de sexualidad esquizofrénica, programada, pautada, teledirigida e ideologizada dentro del paradigma postmoderno y liberal a ultranza como contrapartida al viejo régimen de la represión secular tradicional que especialmente afectaba y afecta a la sexualidad femenina.
Siendo como somos, seres esencialmente emocionales con un cerebro programado y diseñado para la intuición y la emocionalidad, sin embargo nuestra educación y cultura nos ha modulado en el paradigma de la racionalización, concibiéndonos como robots que han perdido en el camino evolutivo el sentido natural de nuestros actos, relegando la espontaneidad y naturalidad a la mínima expresión, muestra de ello es esta esquizofrenia en el desarrollo último de las relaciones sexuales, entre la mera genitalidad y el sexo programado, de la desconexión y evitación de la sexualidad a la religión mágica y Santum Santorum del amor: el sexo, creencia en la que el inconsciente colectivo de la sociedad occidental está ubicado en este momento en un desgraciado proceso de cosificación y reduccionismo.
Independientemente del contexto sociológico, si analizásemos meramente el fin último de la sexualidad, éste sería la obtención de un placer en cuyo proceso, todo un elenco de emociones van surgiendo en racimo, representando como cita M. Faucoult, una increíble posibilidad de vida creativa.
Las emociones modulan, dirigen y determinan también nuestra sexualidad que más allá de su mera función biológica y reproductiva auto regulan la propia expresión emocional en este campo de manifestación consciente e inconsciente de pulsiones, represiones y deseos y perfecto termómetro de nuestra salud física y psicológica porque ¿Qué otro marco de espontaneidad ( si es que queda ya alguno) puede ser el más apropiado para que nuestro sistema emocional, descargue todas sus producciones (ira, tristeza, miedo, felicidad, amor, disgusto, sorpresa, vergüenza…) que el de la relación sexual?
La sexualidad sana implica considerar aptitudes y actitudes para disfrutar de la actividad sexual en ausencia de trastornos orgánicos que dificulten su actividad y no esté regida por sentimientos nocivos y negativos como el miedo, la vergüenza o la culpa, así como por pensamientos y creencias distorsionadas que inhiben la reacción sexual afectando a la relación.
Para Antonio Damasio, el estilo emocional y cognitivo de cada individuo influye en su sexualidad, dicho estilo se forja a través de las propias experiencias y creencias previas en el campo íntimo de la expresión sexual, de tal manera que tanto los pensamientos automáticos que producen emociones como el mapa mental o representación personal de la realidad, influirán consecuentemente en ella.
En lo puramente emocional, el mismo placer sexual arrastra una cohorte de emociones que son primas hermanas: alivio, contento, deleite, dicha, orgullo, estremecimiento, satisfacción, alegría, diversión, felicidad, euforia, extravagancia y en su máxima expresión: el éxtasis, siempre que se dé el clima de aceptación, buena comunicación y ambiente emocional positivo.
Queda latente que las emociones positivas contribuyen ciertamente a la salud emocional-sexual, en dicho proceso bioquímicamente en nuestro cerebro y sistema hormonal, se ponen en juego sustancias neuroquímicas como la dopamina, responsable del refuerzo o el atractivo, la testosterona (deseo sexual) o la Oxitocina ( afectividad y enamoramiento) elementos clave no sólo para la consecución del placer y el bienestar sino para el reforzamiento de los vínculos interpersonales.
Muy al contrario, emociones consideradas negativas, como la vergüenza, el miedo o la culpa pueden representar una seria amenaza para nuestra expresión y salud sexuales, como también lo son en otros campos de nuestra vida, un ejemplo de estas emociones negativas que se viven dentro de la sexualidad emocional son los celos, un sentimiento que provoca, rabia, ira, humillación, ansiedad, tristeza, depresión, miedo… una hormona: la vasopresina, juega un papel relevante en el desarrollo de este sentimiento.
Los celos son alimentados por la inseguridad y falsas creencias como la de que “si no se sienten celos es que no se ama”… para Clanton, 1998, los celos son sentimientos displacenteros que expresan el temor a la pérdida de la pareja o al desagrado ante la idea de que la pareja haya tenido o tenga cualquier tipo de vínculo sexual/amoroso con otra persona.
Los estados emocionales no siguen los mismos biorritmos en ambos sexos, existe una diferenciación sexual cerebral, hombres y mujeres no sentimos de igual manera, diríase que los cerebros masculino y femenino utilizan diferentes vías para procesar emociones, más en concreto y como ejemplo, en el hipotálamo ( regulador de la temperatura, sueño y conducta sexual ) el número de sinapsis ( conexiones neuronales) es mayor en el cerebro femenino que en el masculino, la amígdala, lugar donde se coordinan las emociones, es mayor en la mujer proporcionalmente que en el hombre, entre otras diferencias organizacionales del cerebro, esto explica que por ejemplo las mujeres tengan mayor fluidez verbal, mejor coordinación motora fina y mayor velocidad en la percepción de objetos que los hombres, sin embargo nosotros tenemos una mayor capacidad de razonamiento matemático y mejor percepción del espacio y orientación.
A nivel de comportamiento la testosterona en el hombre nos hace ser más agresivos y territoriales, el estradiol y la progesterona en la mujer determina la montaña rusa emocional que vive dependiendo de las fases de sus ciclos hormonales.
Nuestro bagaje e impronta emocionales influyen claramente en la dimensión sexual, al igual que la manera de enamorarse es propia y genuina de cada individuo, (Decía Konrad Lorenz que el enamoramiento responde al mecanismo de la impronta, cuando un ave queda huérfano se apega al primer ser que tiene a su lado… el enamorado se impronta de su amada.) la manera de concebir y expresar la sexualidad también lo es, ( para Reich, la represión de las pulsiones sexuales generan corazas que nos patologízan), traumas y estados emocionales nocivos nos pueden condicionar tanto la vida sexual hasta el punto de inhibirla o distorsionarla hasta llegar a la disfunción sexual, no hay que olvidar que la respuesta sexual es una respuesta condicionada por muchos factores no sólo físicos, también emocionales, cultural y ambientales.
Esta es la clave para entender que una vida sexual sana, no sólo es cuestión de poseer una buena salud física sino de hacerse consciente de que nuestros propios condicionamientos y limitaciones son un obstáculo que se puede trabajar y que los celos, inseguridades, complejos son oportunidades para la superación personal también, que podemos dar y recibir afectos y que el ámbito de la relación sexual es una construcción creativa entre dos personas.
Nosotros creamos las reglas, nuestro propio modelo de relación, por ello cuanta más información y capacidad de análisis poseamos mejor sabremos qué podemos potenciar y mejorar en nuestras relaciones, en el sexo, no todo son volúmenes y cantidades, una sexualidad salutógena es aquella que se vive con empatía, con deseo de dar y darse placer, de crear usando la imaginación, de comunicar al otro sin tapujos sus propios gustos y necesidades liberando esa resistencia al placer producida por el temor, el dolor, la culpa o la vergüenza, fluir sin expectativas solamente centrados en vivir la experiencia… dejarse fluir, una actitud clave en cualquier ámbito donde uno mismo pueda permitirse y dar el permiso para SER.
Juan Manuel Moreno Durán
Juan Manuel Moreno Durán es Psicólogo y Psicoterapeuta. Máster en Hipnosis Clínica Directa. Experto en Psiquiatría y Psicopatología, Psicoterapia Breve niños y adolescentes. Psicoterapia E.M.D.R. Terapia Breve familiar y Coaching Emocional. www.seremocional.es
«Rhiannon» – Fleetwood Mac
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8 comentarios
Waoo que bendición, este artículo me hace sentir libre, sin miedo , a disfrutar de la sexualidad sin pena, entregar mi ser en una fusión de dos seres. Gracias por esto por muchos años he estado reprimida sexualmente. No se si tenga la oportunidad de encontrar a una persona que no me haga de su propiedad sólo disfrutar.
Queda claro para los que acaso dudaban, la sexualidad es sana, saludable y nos hace sentir mejor.
Tanto de cuerpo como de mente.
Muy buen artículo!
Enhorabuena.
Saludos.
Muy interesante la información de verdad, yo en este momento estoy pasando por una separación y me duele mucho porque a nivel sexual estaba bien por lo menos de mi parte pero la comunicación no estaba fluyendo bien según él y no me di cuenta de ello hasta que fue demasiado tarde, y no se como afrontarlo pero es una experiencia y con esta información aprender más. Lamentablemente no buscamos ayuda sino que se fue acumulado todo..
Espero seguir aprendiendo y mejorar. Gracias por esta información de verdad, explica muchas cosas que no entendía pero gracias a usted ya sé.
ACA QUEDO MAS QUE DEVELADO Y MUY BIEN EXPLICADO LA GRAN DIFERENCIA ENTRE LO QUE ES TENER SEXO Y HACER EL AMOR
Me ha encantado el reportaje ! Me quedo con la frase que para mi resume el principio de una sexualidad sana ….. » Fluir sin expectativas solamente centrados en vivir la experiencia, donde uno pueda permitirse y dar el permiso para SER »
Además del increíble sonido de Fleetwood Mac !
Asi es Sabrina, las expectativas en todos los planos de nuestra vida nos traicionan la mayoría de las veces, especialmente cuando éstas ocupan permanentemente el tiempo que debiéramos ocupar en la atención al presente… esta es la clave, nos cuesta vivir el presente, estar volcados en ese instante con la mente y con el corazón… al escenario del encuentro sexual solemos llegar ataviados de prisa y ansiedad, además de una actitud yo diría que mecanicista y «laboral», además los miedos y los traumas surgen clandestinamente, distorsionando y boicoteando esos momentos íntimos insustituíbles… quizás la fuente de conflicto más potente en una pareja.
Es cierto, ese «darnos permiso para SER» es esencial para la propia autoestima y el vínculo sano con nuestra pareja… algo que si no se da es necesario explorar, vale mucho la pena.
Muy bueno el reportaje y un analisis de la sexualidad actual muy profesional
Gracias Marieta