
Donde tengas la olla no metas la …
No me interesa lo más mínimo tener sexo en el trabajo, más que nada porque curro desde la soledad de mi casa con una camiseta de algodón y unas zapatillas de felpa, así que si quisiera echar un polvo con algún compañero de curro sería de esos cibernéticos y yo, lo reconozco, soy de la antigua escuela: el sexo cara a cara y carne sobre carne. Algo que también le gusta una barbaridad al resto de los curritos del mundo ya que según las estadísticas, a la gente le ponen sus compañeros de trabajo una cosa mala.
Tirando de cifras: la revista Playboy entrevistó por correo electrónico a más de 10.000 trabajadores de ambos sexos. Los resultados fueron abrumadores. El 90% había fantaseado con sus compañeros de trabajo y un 80% había flirteado directamente.
Si algunos piensa que la mayoría son hombres que no pueden controlar su testosterona, cometen un error. Una encuesta de The Sun tiró estos topicazos por el suelo al revelar que el 82% de las mujeres tenían pensamientos lujuriosos con sus compañeros, el 4% fantasías lésbicas, un tercio iba a trabajar sin ropa interior y un 16% se masturbaba en el cuarto de baño (no sabemos si por las fantasías per se o el calentón al escuchar al 40% de los compañeros que echan el polvo en el baño contiguo)
Habéis leído bien, queridos lectores, en el cuarto de baño. No sólo se fantasea con los compañeros en horario de oficina, también se folla en la oficina. ¿Horas extras? ¡JA! Según una encuesta realizada por el empleo.com, el 25% de los trabajadores habían tenido sexo en el trabajo. ¿Dónde? El 40%, más pudorosos ellos, se lo montaron en los baños, con esto de disimular, pero el 60% restante en la oficina, que el mobiliario mola. Este 60% se distribuyó por todas las superficies imaginables incluyendo sala de reuniones, cocina y bodega. La encuesta del empleo.com reveló que un 43% de las mujeres habían mantenido una relación con un compañero de trabajo, pero la encuesta de Playboy elevó la cifra a un 75% frente al 50% de los hombres. Distintas las cifras y distintas las preferencias: a ellas les encanta el polvo rápido sobre el escritorio y a ellos sobre el sillón o una silla: cuestión de comodidad.
No todo es sexo, el roce hace el cariño y acaban surgiendo parejitas, en concreto un 40% de los trabajadores estadounidenses, según Journal.com, han mantenido una relación más o menos estable con alguien del entorno laboral.
Un cóctel explosivo
¿Por qué surgen tantos romances en el entorno laboral? Porque antes trabajábamos para vivir, ahora vivimos para trabajar y, como nos descuidemos, directamente en la oficina. En ese entorno se crean micro-mundos en los que se gestan diariamente los grandes y pequeños sucesos intrínsecos a la naturaleza humana: poder, envidia, celos, amistad, odio, esperanzas, desilusiones y, claro está, deseo y amor. Micro-mundos y mini-sociedades en las que el participante desempeña un papel acorde a su rol.
Según los estudios de las consultoras de recursos humanos, el hombre es más individualista y competitivo que la mujer aunque, curiosamente, busca unirse al resto de los hombres de la empresa como un modo de reafirmar su masculinidad, viéndolos como subordinados o, como mucho, como iguales. Es más frío y objetivo en su manera de relacionarse, a diferencia de las mujeres a las que les gustan humanizar la interacción. Los hombres hablan para intercambiar información, las mujeres como un acto de participación en el que conciliar posturas. Es un modelo más colaborativo pero puede inducir a error y crear en los hombres la sensación de que bajo el discurso de la mujer hay un deseo oculto por intimar emocionalmente.
Hombres y mujeres intercambian mensajes de seducción por motivos distintos al deseo sexual: como una manera de mantener el control sobre el otro, como un modo de potenciar un clima colaborativo , como un simple juego sin importancia. Eso puede dar lugar a equívocos en los que una actitud cordial y un coqueteo se confundan con verdadera atracción sexual.
Por supuesto, como acabamos de ver, también se coquetea por deseo. El flirteo con un compañero y su materialización tiene un componente morboso, prohibido que adereza la aridez del entorno laboral y relaja el estrés. El juego aporta chispa, imaginación, ilusión y evasión en un día a día gris y monótono.
Si se materializa en una relación, ésta puede presentar ventajas: la ilusión de ir a trabajar cada día, la comprensión mutua al entender los problemas que se viven en esa empresa, la cercanía física, el juego sexual…
También presenta desventajas similares a las que comentaba al hablar de mantener una relación sexual con el jefe: que el roce genere tensiones en vez de eliminarlas, ser la comidilla de los compañeros y arriesgarse a una sanción disciplinaria.
¿Es ético mantener una relación con alguien del trabajo?
Muchas empresas consideran que no ese es el motivo por el cual en algunas exista una ley no escrita que sanciona al que las mantiene y en otras una clausula escrita por la que el trabajador se compromete a no mantenerlas, especialmente en el caso de jefe y subordinado.
“Estas relaciones no suelen ser bien aceptadas y para evitar ambientes tensos dentro del lugar de trabajo y en horario laboral las empresas deciden tomar estas medidas que cuestionan la ética profesional y personal de los trabajadores”, reflexiona el sociólogo Pablo Maganto, especializado en Recursos Humanos.
Las leyes no escritas son implacables, especialmente con el subordinado. Según Roberto Rosenzvaig “las investigaciones muestran que son las mujeres las que experimentan mayores consecuencias negativas de las aventuras tanto en el plano personal como laboral. Las empresas no dudan mucho ante la alternativa de despedir a un gerente o a una secretaria. Y aún cuando la posición de la mujer sea jerárquicamente superior también se tiende a condenarla o sancionarla con mayor facilidad que al varón en este caso.”
¿No es una política muy restrictiva e inflexible?. 1680 de 2000 encuestados por Business Insider así lo consideraron. Según un sondeo realizado por este periódico en el que participaron unos 2.000 empleados, el 84% consideró que el sexo con compañeros de oficina debería poder practicarse con mayor frecuencia sin sufrir penalización alguna. Según el 92% aunque se haya forjado en el ámbito laboral no debería informarse al departamento de Recursos Humanos porque entra en el ámbito de lo privado. Siempre y cuando no sea con un superior jerárquico, matizan, pues el 64% considera que la política de empresa deberían contener una clausula que impida que un jefe mantenga relaciones con un subordinado.
¿Realmente es tan malo mantener relaciones en el trabajo? El 52% consideraba que no era malo siempre y cuando se mantuviese un poco de criterio y responsabilidad, el 27% se mostraba escéptico, un 11% lo consideraba el único modo de conocer a alguien interesante y el 10% restante consideraba que era muy mala idea.
El 70% de los encuestados que sí habían mantenido sexo ocasional con algún compañero afirmaron que éste no tuvo ningún impacto negativo en su empleo y un 4% tuvo que dejar su trabajo anterior a causa de una relación sentimental que salió mal.
¿Las cifras no engañan?. Si consideramos las consecuencias negativas que, según Rosenzvaig, suele tener para el subordinado sea hombre o mujer y para la mujer, sea subordinada o superior jerárquica, parece ser que sí. Además, no todos son realmente sinceros como prueba el hecho de que las cifras no sean coincidentes ante la pregunta de si han mantenido sexo con un superior jerárquico: un 14% afirmó que sí habían mantenido una relación con un jefe y un 35% con un subordinado: las cuentas no cuadran.
¿Es rentable?
El motivo por el que muchas empresas obligan a firmar estas clausulas es más mercantilista que moral. Los recursos humanos pierden el tiempo, se dispersan, se descentran, rinden menos, producen menos, son menos rentables.
Craso error. Es indiscutible que mantener sexo en horario de trabajo puede arañar minutos a las 8 horas de rigor, pero no araña más que navegar durante veinte minutos en Internet o tomar un café, por poner un ejemplo. La empresa suele olvidar que los recursos humanos son seres humanos ante todo y que estar contento en el ámbito laboral es un acicate para producir más y mejor.
De hecho, estudios actuales revelan que cuando el ambiente de trabajo está erotizado aumenta el rendimiento laboral, se reducen las ausencias y el nivel de motivación es más alto. Por eso algunas empresas están adoptando nuevas políticas tendentes a favorecer la intimidad entre los trabajadores creando espacios lúdicos en la oficina, organizando reuniones fuera del ámbito laboral, excursiones, cenas, regalos como incentivo en hoteles con spa, etc.
Resulta rentable tener bien lubricada la maquinaria.
¿Es inteligente?
Es en estas reuniones en hoteles alejados del entorno diario en las que surgen la mayoría de las aventuras sexuales que no tuvieron cabida en el día a día laboral. No son producto de una casualidad sino el resultado de un juego previo de seducción que ha encontrado la excusa y el lugar perfecto para materializarse. Muchos de los que se mantenían firmes porque estaban casados caen ante el caramelo tentador de la oportunidad. ¿Y ahora qué?. ¿Qué hay de los daños colaterales?
Algunos siguen el juego durante un tiempo seducidos por el morbo del romance prohibido, otros retroceden aunque el daño esté hecho. Daños colaterales que se intensifican en el primer caso y que se ramifican en el segundo, porque a veces uno de los dos compañeros estaba más implicado emocionalmente que el otro.
Según los expertos en psicología, aunque las mujeres tomen muchas veces las riendas a la hora de liarse con un compañero de trabajo y sean abiertas a la relación sexual esporádica, eso no implica que no se involucren más afectivamente que los hombres; para éstos, suele tratarse una cuestión meramente sexual, no quieren complicaciones.
Sea hombre o sea mujer el que sufre, es evidente que ahora no va a resultar tan agradable ir a trabajar. Aparte del dolor emocional o el despecho por el rechazo, se suma la tensión de ver al otro, ser la comidilla de los compañeros y el temor a las consecuencias para el puesto de trabajo. Lo mismo ocurre para el que decide terminar la relación, arriesgándose además a sufrir las represalias del otro.
Estas desagradables consecuencias no sólo las sufren los que cedieron en el último momento, sino todos los que iniciaron una relación pudiendo hacerlo pero que, en un momento determinado (sin parejas por medio) decidieron terminar con ella.
¿Entonces?. ¿Hacemos caso al refrán o metemos la polla en la olla y a ver qué sale de todo ésto?. Lo inteligente sería valorar con frialdad los motivos por los que sentimos atracción por ese compañero, nuestras circunstancias personales y laborales, y las ventajas e inconvenientes de llevarlo a cabo.
Actuar, por lo tanto, con el cerebro en la cabeza y no con la polla en la mano.
«That´s What I Like» – Bruno Mars
8 comentarios
[…] en otras ocasiones de determinadas fantasías que parecemos compartir la mayoría de las personas: sexo con un compañero de trabajo, con el jefe, en una moto, en un […]
[…] En cuestión de minutos una situación, que se cocinaba a fuego lento, puede hervir. El deseo previo de acostarse con una persona en abstracto o con una persona en concreto puede materializarse si surge la oportunidad, como vimos en el reportaje Donde tengas la olla no metas la… […]
Siempre les debe pasar a la mismas, porque yo no me como ni una rosquilla. jajajaj
Jolines … pues le debe pasar siempre a los mismos. A mi no me tira los tejos ni dios. Igual no se atreven. jaajajaj
Es que si no fuera por esos ratillos » extras » el curro seria un calvario !
¡Di que si! Yo apoyo el sexo en el trabajo. Desestresa que lo alucinas.
Es normal que pase algo con los compañeros de trabajo, al fin y al cavo nos pasamos todos los días juntos horas y horas. ¡ ES NORMAL !
Un reportaje muy completo de los intríngulis sexuales del trabajo.