La frase de Torrente “Nos hacemos unas pajillas” se ha convertido en una frase cultural para toda una generación, pero para escenas inolvidables la del magnífico Tony Leblanc cuando en la primera entrega le pide las braguitas a la adolescente que le ha comprado droga y las huele con una cara que roza el éxtasis.
Creí que Santiago Segura (Torrente, perdón) era un depravado con una imaginación prodigiosa hasta que me enteré que en Japón hay tiendas que venden braguitas usadas. Son las Burusera, en donde las chicas jóvenes (a los japoneses no les gusta el olor a mujer madura) venden sus bragas porque hay hombres que disfrutan mucho oliéndolas. Es necesario que vengan con una foto de la chica llevándola puesta (y aunque no dice nada la noticia, supongo que con un certificado de que no se lavó ese día ni usó desodorante vaginal). Antes había máquinas expendedoras en la calle pero se retiraron por escandalosas (no entiendo por qué).
Para los que les gusta comprar pescado fresco (Nama es “fresco”) están las Namasera , en donde las adolescentes se quitan las bragas delante del cliente que las huele y compra. El precio suele oscilar entre los 5.000-10.000 yen (entre 30 y 70 euros) por lo que muchas estudiantes menores de edad (las Kagaseya) las vendían para sacarse un dinero extra. Como eran menores, el gobierno prohibió la práctica en 2004 por lo que ahora los pobres clientes sólo tienen la opción de hundir su nariz entre las piernas de las chicas, contactar con ellas en privado o comprarlas en las Burusera pero claro, ya no son Nama: qué pena.
El olor de las feromonas de una mujer es sumamente excitante para un hombre así que puedo entender (haciendo un ejercicio profundo de empatía) el placer que puede sentir un hombre lamiendo o hundiendo su nariz en las bragas de una mujer desconocida (a pesar de que a las mujeres también las excita profundamente el olor de un hombre y no he encontrado en ningún sitio anuncios de venta de calzoncillos usados). Esta parafilia no me escandalizaría, por lo tanto, si no fuese porque las bragas que compran son sólo de adolescentes. Y no sólo bragas, también venden en estas tiendas prendas usadas de niños como uniformes, ropa deportiva y bañadores escolares.
Pezqueñines no, gracias
El NCMEC (National Center for Missing & Exploited Children) estima que alrededor del 20% de toda la pornografía en Internet contiene imágenes de niños y según la Interpol el 80% de los sitios de Internet con pornografía infantil vienen de Japón.
El Hentai, en concreto, se caracteriza (entre otras cosas) por mostrar a niñas muy monas con sus trajes de colegio siendo desvirgadas por penes enormes mientras dicen que no quieren con el rubor encendiendo sus mejillas pero con el sexo húmedo y lubricado. A veces esos penes son del espacio y son tan grandes que las rajan por la mitad (eso sí, en medio del orgasmo); otras veces son sus padres o sus hermanos, porque el incesto es menos incesto si sale en dibujos animados.
Por si fuera poco, han creado dos géneros pornográficos dentro del Hentai en los que niños practican el sexo con otros niños: el Lolicon (de Lolita) que muestra a niñas y el Shotacon, que muestra a niños. No está prohibido porque son dibujos animados, no niños reales, pero la excitación que produce en el espectador es la misma que cualquier película pornográfica.
Como ya dije en el artículo sobre la adición a la pornografía, lo preocupante es que verla en exceso provoca insensibilidad ante la sexualidad femenina, una trivialización de la violación, la idea de que las parafilias (la pederastia es una de ellas) son más excitantes que las prácticas usuales y la sensación de que el otro es un objeto.
Si a eso le sumamos la sensación de irrealidad que produce el Hentai al ser muñecos (a pesar de que el cerebro los identifique con personas igualmente) y que todas las niñas que salen en las películas dicen NO pero en realidad sí quieren, quizá podamos darnos cuenta de la gravedad de todo esto.
¿Están enfermos sólo los japoneses? Si es el principal exportador de pornografía infantil, debe ser que no. De hecho, no sólo arrasa por aquí el Hentai (sobre todo entre adolescentes) sino también el comercio de braguitas usadas; de hecho tenemos algunas webs especializadas en España (también de adolescentes, no vayamos a ser menos que los japoneses).
En España también hay Sexting, es decir, el tráfico de fotos eróticas o pornográficas que las propias menores se realizan con el móvil y venden a desconocidos para pagarse sus caprichos. Espero, sinceramente, que la hija de ninguno de los que me lee quiera pagarse el saldo del móvil vendiéndole las braguitas al que se rió con el título del artículo.
Brenda B.Lennox
4 comentarios
Si estais interesados, es un mundo lleno de posibilidades 😉
Los japos siempre han sido muy raros, pero pasar de ser los reyes de la sensualidad a lo que cuenta el reportaje, es un retroceso de la sociedad japonesa que sin duda traerá consecuencias.
Se van de la cabeza, solo piensan en trabajar y trabajar, así es su vida.
Que raritos que son los japoneses. Muy bueno el articulo, pero joder, estos tios dan un poco de yuyu