
El tiempo había templado en aquellas tierras verdes y húmedas entre la frontera de España y Portugal, la habitación del hotel tenía unas bonitas vistas al río, había llegado aparte del equipo debido a mi lesión de aductores que debía recuperar con calma para volver a correr la próxima temporada…
Una de esas mañanas tocando al fin de Agosto, decidí salir a entrenar por mi cuenta, Joao, el recepcionista del hotel, me había hablado de una “Ecovía” que surcaba campos y paisajes a través de la margen izquierda portuguesa del Miño, todo una hermosa ruta desde la monumental Valença hasta las coquetas y salvajes playas de Camiña; me conduje con el coche hasta un bello recoveco, un discreto rincón del recorrido, bucólico y hermoso; y embutido en licra comencé a soltar músculos deseosos de movimiento y ritmo; decidido a satisfacer el propioceptivo deseo y a recuperar las buenas sensaciones perdidas en el proceso de rehabilitación, comencé a trotar alegremente disfrutando de la ruta, entre enormes chopos y campos de maíz …
Al principio el trote era un tanto forzado, pero según comenzaba a calentar y las endorfinas dispuestas a inundar mi sangre, comencé a sentirme eufórico, como hacía mucho tiempo no me sentía.
Apenas pasaron unos minutos y un par de kilómetros y en una recta allá a lo lejos, dos figuras esculturales de mujer marcando líneas y formas se iban acercando a mí con la misma alegría, no sé si fueron las endorfinas, la euforia y la influencia del río, pero en ese fugaz cruce de miradas y sonrisas, su boca y su escote de carnes apretadas marcando botones, me afectaron lo suficiente como alterar aquel tiempo-espacio… y el aire se hizo tórrido, mi bello se erizó y mis músculos se tensaron …
No sabía decir porqué pero tenía la columna vertebral desde el cóxis hasta el cráneo electrizada; aquella mirada magnética tras las gafas acrisoladas efectuó su descarga, me llegó y se quedó conmigo todo el recorrido… por momentos perdí la noción del tiempo y mis piernas iban solas, estaba hasta las trancas de serotonina, dopamina, cortisol, adrenalina… menudo “chute”…
Así tragando kilómetros de manera liviana, como un abducido regresé al coche y pasé el día “raro”… ya en el hotel de concentración, esa misma noche, apenas pude dormir, es como si hubiese sido inoculado por un extraño veneno en aquel cruce fatídico de miradas y se hubiese expandido por mi corriente sanguínea, mis vísceras huecas y mis apéndices…
A la mañana siguiente apenas saludé al entrenador y como hipnotizado, la brújula de mi cuerpo me arrastró como un poseído hacia la “ecovía”, ansiaba encontrarme con aquella mirada de ángel venenoso y su cuerpo escultural que hizo sonar “las trompetas de guerra” de mí todo… volví a la misma hora, el mismo minuto y el mismo segundo, comencé a correr con todos los sentidos puestos en aquella imagen perturbadora, pero el tiempo pasaba y apenas me crucé con un jubilado en bicicleta y algún que otro gato negro y pardo en el camino.
Las mariposas en el estómago se fueron congelando, aquello iba a ser un flash de verano, una ideación, una fantasía más de aquellas que uno sabe jamás se cumplirán, excepto en sueños… y cuando ya había perdido toda esperanza, justo al acabar el recorrido, casi en la recta final, las vislumbré, estaban paradas, la morena estaba agachada en torno al pie de aquella escultural rubia hecha en armoniosa carne, parecía estar afectada de la pierna…
“¡Bom día!”, esgrimí en mi portugués macarrónico, ambas me sonrieron como si ya me conocieran y me explicaron, en un chapurreado lenguaje fronterizo y cantarín plagado de palabras con muchas “eses”, que Tánia (la rubia de sonrisa perturbadora), había tenido lo que parecía un esguince mientras corría, y Vitória, (la compañera morena) la estaba atendiendo como podía, se la veía apurada y no sabía qué hacer si llamar por teléfono a los servicios sanitarios de la zona…
Me explicaron mientras tanto que eran maestras de educación física y que se estaban preparando para unas pruebas atléticas, mientras hacían un fartleck ( series), Tánia tuvo un traspiés y se lesionó el tobillo…
Lo cierto es que mientras escuchaba a Vitória la mirada me bailaba hacia aquel cuerpo tan brutalmente atractivo… les dije que yo tenía conocimientos como quiromasajista y la otra parte no racional de mi cerebro, (la que rige fuerza, dureza y ternura) temblaba ante la expectativa de poder colocar mis humildes manos en tan extraordinaria y firme anatomía…
Tánia además me sonreía todo el rato, como si participase de mis elucubraciones mentales y hormonales, aceptó mi ayuda con una turbadora sonrisa, fuimos a unos bancos retirados de la “ecovía” en una curva tranquila del río en un bosquecillo y comencé a darle un suave masaje sobre su tobillo, no quería hacerle daño por nada del mundo, y cada uno de sus gestos, de sus onomatopeyas y quejidos dulces me sonaban a leña para el fuego… la mano se me iba más arriba, a los gemelos, rodillas y muslo para inmediatamente volver a ese maltrecho tobillo…
No puedo describir la densidad de aquel momento, a cada pasada de mi mano, sonreía, se mordía el labio inferior con dulzura y placer… y yo que soy un “corredor pasional”, comencé a notar el aluvión de fuerzas de la naturaleza… sangre, sudor y hasta alguna lágrima…
Vitória, su compañera se había ausentado entre tanto hacia su coche a por una botella de agua que Tania le pidió… mientras tanto el tiempo ya no era lineal, aquello era una distorsión temporal, un agujero negro… los dos a solas con la intermediación de aquel oportuno esguince; dejamos de hablar y cómo si enzarzados en un acto amoroso yo comencé inconscientemente a empujar con ritmo mis manos contra su grácil pantorrilla y tobillo y ella suspiraba o algo así, el caso es que emitía un gritito entre placentero y doloroso mientras apretaba sus carnosos labios contorneando sus lumbares…
Francamente aquello era algo más que un masaje en el tobillo y sin pensar coloqué su pierna sobre mi muslo para “trabajarla mejor” y de vez en cuando salía del trance preguntándole: “¿você causar danos?” ( Te hago daño ) y ella me contestaba con aquella profunda y sensual voz… “Não, por favor, siga-me fazer muito bem” ( creo que me decía que siguiera ) y yo, claro que seguía… el tiempo, el espacio, sus labios, mis pupilas, sus puntitas pectorales tras la licra y mi propio endurecido miembro se dilataron al mismo compás en un baile místico… aquello no pasó desapercibido para ninguno de los dos…
En ese instante cósmico y húmedo llegó Vitória y disimulando como pude, coloqué mi camiseta con estrategia calculada .. “Já é melhor” ( ya está mejor) dijo su amiga… “Se… que as mãos tem esse cara, eu sou divino” esgrimió Tánia, mientras con su mano izquierda tocó y apretó mi bíceps derecho, un mensaje subliminal que acabó de ponerme a mil… se levantó y casi sin cojear la acompañamos al coche… apenas había sido un susto… providencial susto…
Me dieron las gracias y entre el calentón y el beso tierno de despedida que me lanzó, se me olvidó pedirle dirección o teléfono… maldecí aquel descuido una y mil veces todo el día y toda la noche… no pude quitármela de la cabeza, del estómago del “ki” energético que me cruzaba desde el alma hasta el mismo miembro declarado en rebeldía y desobediencia desde el instante que la vi…
Descubrí definitivamente que mis vacaciones ya tenían un nombre… Tánia…
Al día siguiente, misma operación, salí a la misma hora, completé todo el recorrido y algo más… volví a darme una vuelta y ¡nada!… Todo tipo de pensamientos cruzaban por el firmamento de mi mente: “seguramente se habrán marchado por la lesión”, pensé… Maldije no haberles dado mi teléfono o la dirección de mi hotel… lánguido regresé a la concentración y continué la rutina marcada por el entrenador, desayuno, paseos… fui incluso a Valença dirección de la que provenían las corredoras… mis deseos de verla eran tales que creí verla varias veces… hasta aceptar los hechos, era tarde, ya se habría marchado, aquel tranvía encendido de pasión, sensualidad y trastorno, había pasado de largo y yo no supe subirme en él…
A la mañana siguiente cambié el escenario, fui a correr a las “praias” do Camiña… tenía a Tánia entre ceja y ceja.. en el horizonte ventoso, en la lejanía de las playas en la figura atractiva de una mujer, pero esa imagen se quedó en el recuerdo, corría y corría ahora casi para olvidar…
Así pasaron unos días hasta llegar al último de mi stage de preparación, decidí volver al lugar de los hechos sólo para recordar por última vez, pero esta vez sin traje de corredor, dejé el coche en el mismo sitio y me puse a pasear casi sin pensar en nada… y de repente… no podía creerlo, a la misma altura de donde se produjo el fortuito encuentro con Tánia, una bella mujer embutida en vaqueros, cinturón blusa de seda violeta y cabellos rubios estaba sentada en un banco mirando al río… según me iba acercando aumentaba mi estupefacción: “no puede ser”, me decía, “es imposible”… y fue… era ella… giró la cabeza y se quedó tan asombrada como yo… instintivamente nos acercamos, ella y su cuerpo escultural, ella y su sonrisa de dientes de nácar… aún era más atractiva de lo que yo recordaba… “¡Tú!” Le dije mirándola fijamente a sus pupilas… “Sim… eu o que acontece?” ( si yo que pasa) “Onde você tenha inserido? Eu estava olhando para estes dias para dar-te-los obrigado” ( te estuve buscando estos días para darte las gracias) “ e .. eu… yo, también, pero no creí que”, le interpelé tartamudeando… se dirigió a mi y sin pensarlo cogió mi mano derecha y volvió a apretar mi bíceps… “buff… ahora si que la vamos a liar” pensé… comenzamos a hablar mientras caminábamos instintivamente hacia el mismísimo lugar apartado donde le di aquel masaje místico, trascendente, trémulo, sensual y magnético.
Nos sentamos en aquel banco retirado y me dijo que su amiga si se había ido, pero que ella se quedó porque quería darme las gracias y que ese era el último día… que estaba muy feliz de poder haber cumplido su cometido… me enrojecí tanto, soy de sangre fácil, que ella me lo notó… puso su mano en mis hombros y me dio un suave y cálido beso en la comisura de la boca… si fuese una máquina de vapor, en ese momento parecería una locomotora a plena máquina echando humo por todas mis fisuras… notó mi estado y me dijo en su portugués cariñoso: “¡Quieto, estava esperando por este momento e que eu vou aproveitar”… de su mochila sacó una mantita y la colocó en un lugar discreto, en una especie de prado retirado de la vista del viandante…
Como teledirigido seguí sus pasos… observaba sus formas horneadas para la vista, el gusto y el tacto y nos echamos en la manta… a partir de ese momento ya todo fluyó sin timón… los besos comenzaron suaves, como el que prueba algo nuevo pero agradable y se tornaron en ansiosos, con lengua y humedad…
Su corpiño apenas podía contener la dureza de esos pezones de atleta, duros como remaches de acero, que pedían ¡Libertad sin ira ¡… y yo se la dí… condicional, porque mi juez lengua los sometió a un tercer grado intensísimo, favoreciendo el movimiento en “Ola” de su espalda, su sacro, su pelvis y sus piernas en una nutación-contra nutación rítmica y cada vez más agitada… pedía ir a tren y yo me puse a tren en su parte locomotora, como una moto desenfrenada… Mi entrepierna pedía ¡Clemencia! a mí por liberarla y a ella para que no abandonase ese manejo tan hábil de la dura situación…y lo agradeció, ¡Vaya que si! … Comenzó a jugar con esa parte de mi tan sensible y agradecida, mientras daba lustre a sus triunfantes pezones… Noté el cálido hogar de su vagina allá donde confluyen lo dulce y lo tierno en su apertura elegante, rasurada y fina…
Todo se transformó en vaivén en un baile de cuerpos fusionados desde diferentes perspectivas, al mismo ritmo y son, tomamos relevos ajustados, aguantando deliciosamente ese tren conjunto, fluido, redondo, como un perfecto equipo…. Y pasaron los kilómetros de piel, de grititos excitantes, de suspiros y de palabras susurrantes en el pabellón de la oreja y aquello, se puso firme de verdad, muy firme… y como poseída ella saltaba sobre mí, como recorriendo los últimos metros hasta la meta y a cada salto yo veía más allá de las estrellas… aquello sonaba a fado sostenido, pasional y arrebatado… hizo conmigo lo que quiso, y yo con ella, la saboreé en todas sus esencias, incluso allá donde nadie la había probado a “punta de lengua”… sentí su vibrar mientras tanto, su cuerpo parecía una lira resonando en su garganta de puro placer… y corrimos juntos… llegamos juntos, como en los cuentos… de la mano a la meta… abrazados, exhaustos, sudorosos, con los ojos en blanco… el tiempo se volvió lineal… y la brisa del Miño nos refrescó… abrazados, con los labios deformados de besar.. envueltos en sudor y feromonas… “Hemos corrido en la ecovía sin dar un solo paso” le dije a Tania al oído mientras me dedicaba una sensual sonrisa y se le erizaba el vello de la nuca al rozar con mi mano su mejilla…
Aquella tarde nos separamos, y volvimos a correr solos en Portugal y en España pero con la certeza de que volveremos a ser un equipo de corredores cruzando pieles, paisajes, explorando húmedos valles y traspasando fronteras…
Cada vez que la recuerdo me sale animarla… ¡ Corre Tánia, corre! … volveremos a correr juntos hasta el final…
© El Autillo
“Gypsy” – Fleetwood Mac
4 comentarios
Muy bueno !!
Gracias, muy amable.
Me ha encantado el relato, muy bien ambientado y lleno de erotismo
Gracias Inma. el ambiente ayuda mucho. Saludos.