
Cuéntame al oído
Había una vez una pareja de trapecistas muy afamado. Sus números eran tan especiales que gente de todos los lugares iba al circo a verlos actuar. Con el tiempo la complejidad de sus actuaciones fue creciendo para satisfacer a su público y a su ego, hasta que un buen día decidieron ejecutar un número muy muy complicado: se columpiarían sobre el vacío sin red que los protegiese y ella se lanzaría hacia él con los ojos vendados.
Cuentan que ensayaron su número sin descanso. Él, ejercitaba sus músculos para aferrarse fuertemente al columpio y resistir el peso de ambos sin ceder; ella, la agilidad, la precisión, la fortaleza y el equilibrio para confiar en el otro y lanzarse a ciegas sin temor a caer.
Estaban muy nerviosos la noche anterior al gran día, sobre todo él ¿Y si algo fallaba? Ella se precipitaría al vacío. Así que le dijo: —Estoy muy preocupado por si algo sale mal, lo he pensado mucho y tengo la solución: yo estaré muy pendiente de ti y tú estarás muy pendiente de mí, así será imposible que haya ningún fallo. Ella negó suavemente con la cabeza y le contestó: —No, no debe ser así: Tú debes estar muy pendiente de ti y yo de mí. Si lo hacemos a la perfección, todo saldrá bien.
El cuento acaba ahí, como todos los budistas, dejándonos con la miel en los labios y una enseñanza por aprender. De todos modos estoy segura de que su número fue un éxito porque hicieron lo correcto. ¿Y qué es lo correcto? ¿Cuál es la moraleja de esta historia? No sé tú, pero yo saqué varias cuando lo leí hace años: si queremos que salga bien el número hay que hablar con el otro, practicar mucho y responsabilizarse de la actuación de cada uno.
Más de la mitad de las parejas se quejan de que el otro no conoce sus gustos en la cama pero ante la pregunta de si se los han contado la respuesta generalizada es un No. Hablamos de sexo con los amigos, con los extraños (de hecho, en cierto modo, ahora estamos hablándolo tú y yo) pero no con la persona con la que lo practicamos. ¿No es absurdo?. Si el otro sabe nuestra película favorita, la comida que detestamos y el libro que nos hace soñar, ¿por qué no contarle nuestros deseos más profundos?. Los psicólogos consideran que estos son algunos de los motivos que nos mantienen en silencio.
Adivina adivinanza
El creer que el otro debe saberlo todo como si fuese adivino. Estamos demasiado influenciados por el amor romántico del cine y la literatura en la que con sólo mirarse a los ojos la pareja sabe exactamente lo que el otro desea, se acoplan a la perfección y el orgasmo es simultáneo y sideral. El otro no pregunta, no le hace falta, es el amor verdadero, el príncipe azul, la perfecta amazona.
Es un error garrafal; igual que el otro no supo, nada más mirarnos a los ojos, que nuestra película favorita es Blade Runner, no tiene por qué saber que nuestra postura favorita es el perrito o que odiamos hacer una felación. Y no sólo es un error garrafal, es injusto, ya que pasamos la responsabilidad de nuestra satisfacción sexual al otro en vez de responsabilizarnos nosotros mismos.
No es una cuestión de buscar el placer propio pasando del placer del otro, es una cuestión de conocernos bien y luego darnos a conocer. Si no sabemos siquiera lo que nos gusta realmente, si no ahondamos en nuestros deseos más profundos, si a veces nos sorprendemos con fantasías que no sabíamos que existían en nuestro interior, ¿cómo pretender que el otro sepa?
Déjame que te cuente
El segundo motivo es la vergüenza, más acusada en las mujeres, frente a qué pensará el otro. Si confesamos una fantasía sexual, un deseo oculto, una filia determinada, nuestra pareja puede juzgarnos, vernos como un vicioso y alejarse de nuestro lado para siempre. Pero enterrarla no la mantendrá oculta eternamente. Analízala: si es realmente perturbadora y dañina para ti y los otros, a lo mejor deberías consultarlo con un especialista. Si no lo es, considera seriamente si puedes pasar sin ella o si deseas con todas tus fuerzas que forme parte de tu vida. Si concluyes que así es, reflexiona sobre cómo decírselo a tu pareja.
Hay fantasías que deben quedar para uno, la sinceridad en una pareja no es sinónimo de sincericidio, pero si estás convencido de que tarde o temprano caerás en ello, cuéntaselo. Porque si no lo haces ese deseo puede crecer dentro de ti y generar un sentimiento de culpa por un lado y de resentimiento por otro. Y lo que es peor, puede llegar un día en el que decidas vivirlo sin tu pareja: no hace falta que te explique la traición que ello implicaría.
Quizá cuando lo cuentes no lo entienda y tu relación acabe resintiéndose, pero serás tú mismo y no la sombra que estás proyectando; puede que lo entienda aunque no lo comparta: la confianza habrá reforzado la relación y tú te sentirás más libre; y, finalmente, puede que no sólo lo entienda, sino que lo comparta y, entonces… el cielo es el límite.
Que viene el lobo
El tercer motivo es el temor a herir al otro. Dicen los terapeutas que las cosas que más afectan a la libido de sus pacientes son la barba sin afeitar, los rulos, las cremas grasosas, el mal aliento, los olores corporales desagradables, un perfume fuerte y una ropa poco atractiva. Es fácil decírselo al terapeuta pero ¿cómo decírselo a la pareja? Con cariño y delicadeza, ni más ni menos, no quieres herirla, pero pensarlo no le hace ningún favor a la relación.
Gritas un viene el lobo con todas tus fuerzas pero, por desgracia, lo gritas en tu cabeza y el lobo viene de verdad. ¿No te parece más justo que el otro lo sepa?. Puedes recurrir a trucos más o menos elaborados como regalarle un perfume nuevo o comprarle varios conjuntos de ropa interior; también puedes ser directo en el diálogo: ya somos mayorcitos y deberíamos aprender a encajar las cosas.
A veces nos hemos metido solitos en la trampa ya que muchas de las cosas que callamos son las pequeñas mentirijillas piadosas que dijimos una vez: en realidad odias su camiseta favorita y él no soporta a tu amiga la parlanchina. Si no afectan realmente a la relación, sigue callándolas; como te dije antes sinceridad no es sincericidio. Pero si sientes que no es así, dilas también.
Lo malo que tienen las mentiras es que crecen cada vez más porque necesitan de otras y la bola puede ser un alud que os aplaste. Tampoco tienes que decirle que mentiste, puede ser que antes te encantara pero ahora menos, todos cambiamos con el tiempo. Busca el modo de hablarlo: tienes todo el derecho.
Y vivieron felices
Lo malo que tienen los cuentos es que son eso: cuentos. En la vida real hay que trabajar para pagar la hipoteca del castillo, los hijos acaparan el tiempo libre, las preocupaciones te agotan y muchos días estás extenuado y sin ganas de nada. ¿Ha muerto la relación?. No.
La pareja sufre altibajos a lo largo de la convivencia: es imposible que se mantenga siempre en un pico alto, sería agotador. No hay que confundir rutina con monotonía y aburrimiento; la rutina puede ser el síntoma de una relación consolidada y sana. Pero tampoco es bueno caer en el extremo y acomodarse creyendo que todo está hecho: hay que practicar sobre el trapecio.
¿Qué hacer para mantener viva la llama de la pasión?. Y es aquí cuando vienen todos los consejos que caen en los perniciosos tópicos de siempre: sexo es cama, penetración y orgasmo. Como mucho, hacen hincapié en los preliminares para que sean una antesala al polvo. Es un error; el sexo es, en palabras de María del Mar González, psicóloga y sexóloga “un modo de comunicación, de expresión de emociones”. Y lo es más en las parejas consolidadas.
Francisco Cabello asegura que en éstas, la respuesta de la mujer en la relación sexual comienza por la intimidad de la que surge la excitación y a la que sigue el deseo: es más emocional y cerebral. El hombre, sin embargo, tiene la libido más a flor de piel, su manera de responder a los estímulos es más física que mental. Pero eso no quiere decir que un hombre sea una máquina. Hay demasiados tópicos perniciosos en los que caemos una y otra vez y que acaban destrozando hasta las relaciones más fuertes.
¡Cuánto cuento!
No somos genitales. El sexo está en el cerebro, ya lo dice Carmen López Sosa en su libro Sexo y solo sexo: “Nuestro cuerpo es como una orquesta, en la cual el director es el cerebro y el resto de nuestro organismo son los instrumentos que interpretan la partitura del placer. El júbilo que proporciona el placer, crea adictos.” Pero, desgraciadamente, los cuentos que se repiten son que hay que interpretar siempre una sinfonía. Y el sexo acaba convirtiéndose en un trabajo con un complicado manual de instrucciones.
“Toca aquí, aquí y aquí. Cuélgate del espejo del techo. Anda desnudo por la casa.” Y tú te miras al espejo, agarrado a la ciática con los michelines a flor de vientre y te preguntas si tendrás fuerzas y valor.
El sexo se está convirtiendo en un trabajo con manual de instrucciones. Y eso frustra, estresa y acaba minando la relación. Hemos olvidado que el sexo en pareja es amor, complicidad, conocer al otro para darle placer y tener la confianza suficiente como para abandonarse al placer propio. No somos una polla y un coño.
El hombre no es una máquina perfectamente engrasada a la que le apetece siempre; y la mujer no busca correrse cada vez que inicia un acercamiento.
Relájate y disfruta de tu pareja. Vive el sexo como lo que es: una manifestación de lo que os une. Habla de lo que te preocupa. Acaricia por el placer de acariciar. Pregunta, responde, practica.
Cuenta con ella y la historia tendrá un final feliz.
«No Woman No Cry» – Bob Marley
5 comentarios
Muy bueno el reportaje !! y un 10 a Bob Marley !!
El reportaje está superbien, pero en la práctica es complicado porque es verdad que la mayoría de las veces damos todo por sentado, pero nada que no se pueda resolver hablando .
Me encanta la revista es ínedita
SUERTE AMIGOS SEXOLOGICOS !!!
Cuantas parejas jodidas por falta de comunicación
Comunicación, comunicación y más comunicación
El gran problemón de la inmensa mayoría de las parejas. ¿El resultado?. Divorcios y más divorcios. Comunicación, comunicación y más comunicación.