
Einstein tenía un carácter complejo tanto en su faceta profesional como en su vida privada.
Conocido sobre todo por la Teoría de la Relatividad, pocos mencionan su apoyo durante la Segunda Guerra Mundial al Proyecto Manhattan, una iniciativa de Robert Oppenheimer para comenzar el programa de desarrollo de armas nucleares antes que los nazis, hasta el punto de considerársele el precursor de la bomba atómica ya que fue el encargado de convencer al presidente Franklin D. Roosevelt para que financiase el proyecto. Sin embargo, fue el mismo científico quien impulsó en 1955, pocos días antes de su muerte, el Manifiesto Russell-Einstein, un llamamiento a los científicos para unirse en favor de la desaparición de las armas nucleares.
Defensor de la vida pero partidario de la pena de muerte, amigable y humano ante la cámara aunque considerase a los que le rodeaban “una lamentable manada de humanos”, Einstein fue un personaje apasionado y contradictorio tal y como reflejan las 12. 300 cartas que escribió a lo largo de su vida a familiares, amigos, amantes y esposas.
Mileva Maric
Estas son un documento único que permiten conocer las excentricidades del genio. Las que le mandaba a su primera mujer, Mileva Maric, son una prueba de ello; pasó del amor apasionado por el que se enfrentó a su madre que se oponía al matrimonio, a un odio virulento que lo convirtió en un hombre agresivo y despótico que incurría a veces en la violencia física.
Probablemente ese cambio se diese tras reencontrarse con Elsa, una prima a la que no veía desde la infancia y con la que inició una relación. A Elsa le escribía cartas en las que describía a Mileva como “una empleada a la que no puedo despedir. Tengo mi propio dormitorio y evito estar solo con ella. De esta manera puedo tolerar bastante bien el tener que vivir juntos”.
Cuando se trasladó con Mileva y sus hijos a Berlín para estar cerca de ella, su mujer estalló y se marchó a casa de unos amigos. Einstein le mandó una carta en la que le instaba a aceptar las siguientes reglas si decidía seguir viviendo con él:
A. Te encargarás de que:
1 – mi ropa esté en orden,
2 – que se me sirvan tres comidas regulares al día en mi habitación,
3 – que mi dormitorio y mi estudio estén siempre en orden y que mi escritorio no sea tocado por nadie, excepto yo.
B. Renunciarás a tus relaciones personales conmigo, excepto cuando éstas se requieran por apariencias sociales.
En especial no solicitarás que:
1 – me siente junto a ti en casa,
2 – que salga o viaje contigo.
C. Prometerás explícitamente observar los siguientes puntos cuanto estés en contacto conmigo:
1 – no deberás esperar ninguna muestra de afecto mía ni me reprocharás por ello,
2 – deberás responder de inmediato cuando te hable,
3 – deberás abandonar de inmediato el dormitorio o el estudio de inmediato y sin protestar cuanto te lo diga.
D. Prometerás no denigrarme a los ojos de los niños, ya sea de palabra o de hecho.
¿Qué ofrecía a cambio?
“A cambio, te garantizo un comportamiento correcto por mi parte, como el que tendría con cualquier mujer extraña”
Ella no aceptó, afortunadamente y le dejó llorando en la estación mientras observaba partir el tren que la llevaría a ella y a sus dos hijos a Zurich.
Su esposa Elsa y sus innumerables amantes.
Elsa fue su segunda esposa, pero no la única mujer de su vida. Barbara Wolff, una especialista de los Archivos del científico de la Universidad Hebrea de Jerusalén declaró que el genio tuvo más de 10 amantes, algunas durante el matrimonio con Elsa. Michanowski fue una de las más notorias socialmente ya que era amiga de las hijastras de Einstein y unos 15 años menos que el científico, lo acosaba con atenciones y regalos que saturaban a éste y no la toleró, ya lo había dejado muy claro: mantendría una relación con una mujer siempre y cuando no interfiriese en su verdadera pasión: la ciencia. Una Margarete, una Estella, dos Tonis y una Betty son otras de las mujeres con las que navegaba, leía libros, asistía a conciertos y otro tipo de actividades, según Wolff.
No se lo ocultaba a Elsa, perfecta esposa que le cuidaba para que “el profesor “como ella le llamaba pudiera dedicarse por completo a su trabajo, más como la madre que cuida a un niño que como una mujer, aunque eso no implicara que le gustaran las infidelidades de las que estaba perfectamente informada ya que Einstein no hacía nada por ocultarlas. Como cuando acudió al teatro con Toni Medel, una viuda rica con la que también mantuvo un romance público y sin tapujos. Incluso quiso ir a visitarla en una limusina que pretendía pagase la propia Elsa, quien, en esa ocasión sí, se negó con furia: todo tiene un límite aunque parecía que Einstein no los conociera.
La casa de Caputh, cerca de Berlín, en donde guardaban el velero y pasaban largas temporadas era el picadero favorito del científico, por mucho que a ella le disgustara la sucesión de amantes desconsideradas. Aunque esas citas no fueran nada al lado de las visitas corteses de Margaret Lebach, que le llevaba pasteles cuando visitaba a Einstein en Caputh; una mujer adorable, no cabía la menor duda, de ella llegó a decir Einstein en una carta “De todas las mujeres, solo me siento realmente apegado a Frau L, que es perfectamente inocente y respetable”, quizá por ello fue una de sus relaciones extramaritales más públicas.
Por lo menos Lebach la trataba con ingenuo respeto, algo que no parecía recibir del genio que llegó a plantearse vivir con Elsa y su secretaria Betty Neumann, con la que mantuvo una relación de varios años. “Yo convenceré a mi esposa de que lo permita”, decía. Cuando ella le contestó que aquello no era ético él le respondió bromeando: “Tienes más respeto por las dificultades de la geometría triangular que yo, un viejo matemático”.
Cuando Elsa murió, Einstein declaro que hasta ese momento no había sabido lo mucho que la quería; otra de las contradicciones del genio.
Si no se lo impidió la presencia, mucho menos la ausencia, por eso la lista de amantes de Einstein no menguó durante su viudedad siendo la más relevante la que mantuvo con la rusa Margarita Konekova. Cuatro años de relación hasta que ella regresó a Rusia, presumiblemente a revelar lo que había descubierto: era espía.
Una de mis frases favoritas de Einstein es la siguiente: “La imaginación lo es todo. Es una imagen preliminar de lo que te traerá la vida”.
No cabe duda que la suya en materia amatoria fue muy fértil.
3 comentarios
Al leer este articulo sobre la vida sexual de uno de los mas grandes genios( el otro es Newton) de la ciencia moderna no me queda mas que sentirme admirado porque yo pensaba que como científico y como el gran humanista que era estaba alejado de las cosas mundanas y mucho menos de la vida sexual. Al tener una mente privilegiada era un gran atractivo hacia las mujeres antes y ahora. saludos
Menudo físico tiene el jodio
Joder con el Alberto …y parecía tonto cuando lo compramos