

– La Despedida.
Miro a mi derecha, las ocho y veinticinco de la tarde, buena hora para recordarte. Siempre me decías: «¡Mira qué hora es!, Tengo que ir pensando en levantarme….pero estoy tan a gusto así….». Y me abrazabas apoyando tu mejilla en mi pecho…
Sigo odiando este despertador. Cuántas veces ha interrumpido tus caricias, tus besos. Tenías que irte apresuradamente otra vez, después de regalarme la tarde.
Me fascina tu naturalidad al vestirte, vas recogiendo tu ropa del suelo, siempre mezclada con la mía, tu aroma inunda la habitación, beso por ultima vez tu espalda, la cubres con una prenda, me miras y pasas tus dedos por mis labios, sonriendo.
Te acompaño hacia la puerta llevando tu móvil en la mano. Siempre lo olvidas, en realidad lo odias, te ha robado tanto tiempo. Te invito a cogerlo de mi mano, sin decir nada, el gesto de resignación aparece en tus labios y tus ojos me miran, solicitando un beso.
Vuelves a decirme que no vas a volver, siempre convencida de que es la última vez, por un instante incluso lo asimilo. Mientras llamo al ascensor te digo que lo entiendo y que te llamaré.
Retocas tus labios con un dedo mirando al espejo del ascensor, es la imagen que me queda de ti cuando las puertas se cierran lentamente. Cierro la de mi casa y apoyo mi frente durante un segundo en ella, pensando…
Me acerco a la ventana y te veo cruzar la calle corriendo, llueve otra vez. Siempre que vienes llueve. Antes de entrar en tu coche intentas localizar mi ventana de una mirada rápida, sin lograrlo, apoyo mi mano en el cristal de la ventana, algo tarde para que la veas.
Junto a la ventana el tocadiscos, saco un vinilo al azar y lo coloco sin ganas. Me siento a fumar, a oscuras, ya casi no hay luz en la calle, solo la luz de una farola ilumina un trozo de pared en mi salón, cierro los ojos y me recuesto.
Despierto, todo está oscuro. Los altavoces reproducen el sonido repetitivo de la aguja en el final del disco. Entre mis dedos índice y corazón una colilla y la ceniza curvada de un cigarro no fumado. Al moverme la ceniza cae al suelo. Enciendo la luz con pereza y apago el tocadiscos dejando la aguja en su lugar.
Las doce y media de la noche, estoy cansado. En el frigorífico queda agua fresca, no tengo hambre, me refresco la boca y vuelvo a la habitación. Tu perfume esta por todas partes, lo inhalo cerrando los ojos y te veo, sobre mi, tus manos en mi pecho, tu rostro acercándose al mío, tu cabello acariciando mi cara, y tu aliento caliente llamando a mis labios, puedo escuchar tus suaves gemidos, puedo sentir las yemas de mis dedos recorriendo la base de tu espalda…
Abro los ojos, veo la cama vacía, la colcha revuelta, mi ropa recogida sobre una silla, la gata acurrucada durmiendo sobre ella. Antes de tumbarme miro hacia la derecha, la luz de mi teléfono móvil parpadea.
Es un mensaje tuyo…
2 – El Comienzo.
Había oído tu voz tan solo una vez, no dudaste al darme tu número de móvil, yo no me atreví a usarlo tan pronto, recuerdo como vibraba en la palma de mi mano, El teléfono sonaba sin cesar, tu nombre en el visor y no tuve valor a contestar.
Me sorprendiste tan segura cuando decidí llamarte, tan natural. Yo creí disimular mi timidez, no se si lo logré.
Algún mediodía te imagino, excitada, inquieta, odiándome. Esos ojos grandes, curiosos, esperando más mensajes, deseándome. Tus dedos temblorosos parecen incapaces de pulsar una tecla, el cursor siempre preparado para minimizar. Cierras más tus piernas, miras alrededor, te sientes observada, muerdes tus labios.
Te pregunto si quieres que me detenga, si te incomoda leer mis fantasías. Me respondes que soy un cabrón pero que no pare, que me odias. Intuyes una mirada fugaz del jefe en su despacho, sientes la humedad en tu vientre, calor en tus mejillas, deseo, mucho deseo, impotencia. Aprietas tus muslos, el pulgar inconscientemente en tus labios, con cara de pecosa adolescente.
Llovía a cántaros la tarde que volviste a llamar, querías conocerme. No pude inventar una excusa, me asusté, pensé que era el final cuando sentí tu enfado.
Pasó el tiempo, tu deseo fue más fuerte que tu orgullo. Cuando te volví a leer sabía lo que buscabas, y no te lo di. No te lo volví a dar hasta mucho tiempo después…
Almorzaba solo en el centro, leyendo la prensa, cuando llamaste. Mi corazón se aceleró, los nervios se adueñaron de tus cuerdas vocales, querías confirmar la cita.
…
Desde mi ventana veo la lluvia incesante salpicando la parte superior de la farola, bajo ella una mujer mayor cruza corriendo la calle, lejos del paso de cebra. Escucho el bullicio lejano de la ikastola, multitud de enanos gritando al encuentro de sus amatxos.
Aparece tu coche casi de la nada, me distraje viendo como dos gotas se unían en el cristal, como dos amantes. Se detienen un instante y resbalan unidas con mas velocidad hasta desaparecer en la base. Pasaremos desapercibidos como dos gotas de lluvia, pensé. Dos gotas de lluvia que se mezclan y después se diluyen en un cristal inmenso.
Mis ojos brillan al ver tu figura, tus movimientos, tu ropa, miras hacia arriba y te hago un gesto, que ganas tengo de verte de cerca. Nunca te quisiste mostrar, solo una imagen distorsionada, borrosa, sabias que me ibas a gustar, acertaste.
Apareces sonriendo, enérgica, espléndida, sofisticada. Me gustas. Hablando sin parar, intentas disimular tus nervios. Actúas como si me conocieras de siempre.
Atrapo tus brazos mirándote. Te sonrío, te miro de arriba abajo, «Eres mucho más bella de lo que imaginaba» Te digo. Tu boca se dispone a hablar de nuevo y mi dedo índice se posa en tus labios, me arrimo y te envuelvo entre mis brazos en un abrazo eterno, moviéndome lentamente.
Te aferras a mí con fuerza, tu boca en mi cuello, tu aroma envolviéndome. Siento que estamos cómodos. Te susurro las ganas que tenía de estar así y te arrimas más aún. Tranquila, no te soltaría jamás.
La tarde avanza, está oscureciendo. Un móvil suena lejano en el interior de alguna prenda tirada en el pasillo… Nadie responde. Bajo la colcha dos cuerpos entrelazados, susurros, risas cómplices…
El cristal de la ventana recibe multitud de gotas de lluvia, la gata intenta atraparlas desde el interior en vano, solo algún gemido agudo la distrae de su juego…
3 – Momentos.
Hace frío, el invierno ha llegado y llueve, lluvia helada, pero tú ardes por dentro, caminas por la calle sonrojada, nerviosa, acalorada, de prisa. Una vez más…
Las siete de la tarde, deseas llegar a casa, una ducha fría, o acariciarte, tienes dudas. El deseo domina tu cuerpo, en tu mente se agolpan las imágenes. Tus piernas amarran entrelazadas mi espalda, la tuya resbala hacia arriba en el armario. Tus brazos rodean mi cuello, recibes mi energía, chillas, agitas tu cabeza, muerdes mi hombro. Mi rostro se oculta en tus pechos.
Me pregunto a menudo que haces aquí, conmigo, cuánto puede durar esto, somos tan diferentes… Y vuelvo a besar tu sonrisa.
Enciendo un cigarro, colocas mi brazo bajo tu cuello. Tus dedos recorren mi pecho mientras hablas, yo escucho, contemplando el baile del humo que sube al techo y desaparece, me pellizcas y sonríes de nuevo.
La gata, celosa, muerde y araña los dedos de tus pies a través de la colcha, después los míos, juguetona y envidiosa, enreda sus uñas en tu pelo, salta sobre la cama, atravesándola como un suspiro, no quieres que la eche, te divierte, y a mí ver como la miras.
-¿Qué me estás haciendo?… Dios, pero ¿Qué me haces?….
Ufff, escucharte me hace crecer, latir. No respondo, se lo que significa, tranquila, sabes que ahora no pararé. Tu cuello perfumado absorbe mi saliva, tu vello erizado, tu piel de gallina, te aferras con fuerza, te siento, tus manos atrapan mi espalda. Me recorre un escalofrío, el que acaba de atravesar tu cuerpo.
Tus ojos brillantes, tu sonrisa agradecida, tus labios en los míos, son mi recompensa. Un hilillo de humo llega al olfato de la gata, abre los ojos, me mira con gesto despectivo y con un trote divertido desaparece tras la puerta, nos reímos.
Tu cabeza apoyada en mi pecho, me confías tus secretos, preguntas por los míos, me río, te miro, apago el cigarro y te beso, sin decir nada, un instante después desapareces bajo la colcha y yo cierro los ojos apretando los dientes.
Juntos en el sofá, aproximándonos, los nervios del primer día, goma de mascar para disimularlos, desabrochar tu ropa, descubrir que mi mano ya esta dentro, acariciando lo mas tentador de tus pechos, tumbarte sobre mi, acomodando tu cuerpo al mío, desnudos, abrazarte, mezclar tu calor y el mío, sentir tus pies fríos buscando los míos. Mi calor, concentrado, apoyado junto a tu ombligo, una vez mas lo quieres dentro de ti. Son recuerdos que inundan mi mente antes de cada cita.
Preparo un café, veo como lo sujetas entre las manos, calentándolas, después me calientan a mí, el vaso queda medio lleno, el sabor a café invade mi boca, tu lengua seduce a la mía, mis manos atrapan tus muslos.
Te beso en la despedida, siempre un besito, casi sin ganas, ¡Vuelve a por más!…Pienso egoísta.
Tu pelo alborotado, ropa arrugada, desperdigada siempre, el collar sobre la mesa, junto al vaso de café derramado, mi móvil junto al tuyo, llamadas perdidas, mensajes sin leer, discos revueltos.
Agua en el suelo, tu perfume en el baño, miro como te arreglas, resplandeciente. Y te abrazo, te sujeto, haces una pausa en tu carrera para besarme, los ojos cerrados, la caricia de tu lengua, queda en mis labios tu sabor cálido y húmedo. Un suave azote, pantalones ajustados, movimiento de caderas, tacones, frescura. Así eres tú.
Y abro tu mensaje, intrigado, lo leo, cierro los ojos, pensando, los abro. La luz del teléfono en mi mano se apaga dando paso a la oscuridad, no respondo al mensaje, me refugio bajo la colcha, como un niño, el olor de tu cuerpo invade mi mente, El calor de tu sexo invade mis sueños.
¡Sin duda pronto te llamaré!
Gotzon ©
“Let Her Down Easy” – George Michael
Bio
Gotzon, nacido en Vitoria-Gasteiz en aquellos duros años finales de la dictadura franquista.
Aficionado a la lectura de cómics (y ahora coleccionista) desde que, de muy pequeñito, hubo de pasar una breve temporada hospitalizado y en la que devoró una gran cantidad de “Joyas literarias juveniles” de cuya lectura, en especial de aquellas adaptaciones de novelas de Julio Verne, guarda un grato recuerdo.
Comenzó a interesarse por escribir en la juventud, textos breves, cuentos y microrrelatos donde poder plasmar sus inquietudes en forma de pequeñas historias, historias que probablemente acabaron traspapeladas en el trajín de alguna mudanza…
Cierto día llegó a su e-mail la convocatoria de un concurso literario. Decidió participar, con la sorpresa de resultar premiado, lo que motivó que continuara escribiendo y publicara sus textos en su blog: Relatos Encallados https://gotzoki.wordpress.com/
Varios de sus textos han sido publicados en diversas antologías literarias, otros como colaboraciones en revistas literarias digitales y quedado finalistas de certámenes literarios como el III Certamen de Microrrelatos de Terror Argerust, I Concurso de microrrelatos Tinta al Sol, Certamen Impresiones de Amor, II Certamen de microrrelatos sobre Novela Negra Argerust, II concurso de microrrelatos CFE; o ganadores: Segundo Premio del II Certamen de Microrrelatos Claves en Diagonal, Primer Premio Concurso Microrrelatos Rémora Colectivo, Primer Premio Concurso Microrrelatos por Sms Gabinete en Zapatillas, por citar algunos de ellos.





1 comentario
Gracias por traer uno de mis textos hasta este rincón. (O tres en uno)
Espero que a los lectores les agrade…
Urte Sexy On! — ¡Sexy Año Nuevo!
😉